Dentro del día a día hay determinadas impresiones cotidianas que te ocasionan duda e interés a partes iguales. Pero crees sinceramente que el relato que viene a continuación no se debe a ningún desvarío sino a la calidad que atesora el protagonista de este artículo.
En breve se cumplirán veinte años desde que el trayecto en transporte público se convirtió para ti en un amigo especial. No es que te encantara hacer todos los días el mismo recorrido pero lo necesitabas, más bien dependías de él. Puede que alguien se pregunte por qué dices esto. La respuesta es bien simple. El tiempo que hace desde la primera vez que viste al héroe en cuestión sobrepasa con creces los diez, casi quince años de la fecha actual.
No eres precisamente un experto dentro de la interpretación musical que practica cada mañana este personaje tan enigmático. Crees que simplificarías enormemente su condición si sólo te refirieras a él como el músico que toca a primera hora en los pasillos de una de las principales estaciones del metro de la ciudad. Y justificas esto cada vez que afirmas que, tal y como intuyes, su manejo del violín sobrepasa con creces al del resto de los músicos callejeros. No sólo en la complejidad de los propios temas representados. Mas bien gracias a la manifestación clara y nítida que le proporciona su expresión en general. Se trata de gestos y movimientos corporales diferentes, cautivados y cautivadores a partes iguales, de aquellos que no podríamos explicar los profanos de la música. Es como si fuera un nexo inseparable entre el complemento directo y el indirecto, entre una objetividad y una parcialidad que coexisten dentro de la mas armoniosa espontaneidad.
La vena analítica de tu ignorancia sospecha que esa proverbial destreza con el violín no debió surgir justamente de un curso cualquiera de los que se anuncian en televisión todos los meses de septiembre, tratando de purgar cada conciencia del desabastecimiento emocional más recurrente.
Siempre has percibido en su cara y su cuerpo una sensación muy particular, difícil de definir. A ratos da la impresión de obsesionarse con el momento musical atormentado en el que se encuentra. Otras veces muestra un semblante relajado, como si el hecho en sí dependiera más de su distracción que de la propia obtención de recursos monetarios. Ni que decir tiene que esta circunstancia provoca la colocación estratégica de la funda de su violín, abierta y al alcance de todos los que pasamos por allí.
Confirmas con meridiana certeza que, aunque lo ves tan a menudo, en absoluto te supone una rutina desagradable previa al comienzo de tu jornada laboral. Reafirmas que el ensimismamiento que demuestra, violín en ristre, le sitúa automáticamente muchos peldaños por encima de la mayoría de la gente que pide dinero en el transporte, al tiempo que aporrean cualquier otro instrumento, esperando a que termine su duro día de trabajo.
Te planteas si la práctica y el talento que atesora convivirán unidos a una estable jornada laboral en el turno de tarde o si por contra servirán unicamente para sustentar el alquiler de un pequeño cuchitril de mala muerte junto a la comida más barata posible. Te surge esta hipótesis como explicación a una pequeña coyuntura: aunque a diario seguramente pasaremos varios miles de personas delante de él, apenas has visto a individuos que le obsequiaran con moneda alguna. De billetes, mejor no hablar. Aunque desde un punto de vista más optimista, su persistencia en aquel lugar junto a su instrumento te alegran, suponiendo que al menos obtendrá lo necesario para mantener el tipo.
Otra cuestión que da más morbo al asunto es su apariencia corporal. Es alto y flaco. Sin lugar a dudas crees que ya ha superado los cuarenta años. Pero esto no es lo que más te llama la atención. La estatura pero sobre todo el color de piel y ojos denotan que probablemente naciera y se criara en el este. Pero no en el este de la capital, como si de Alcalá de Henares o Arganda se tratara, sino más bien en el este de Europa. Este hecho, pese a que no lo tienes en consideración en el plano musical, retuerce más si cabe el misterio de su historia, dándole un aire casi místico a cada composición interpretada por él.
A menudo te haces una pregunta sustancial. Por el motivo que fuera, si un día conocieras con cierto detalle su biografía, ¿sería la suya una vida anodina por definición? O por contra, ¿crees que te podría suministrar, mas que un simple tema para otro artículo de este blog, directamente el esbozo necesario para el desarrollo de una novela interesante?
Viejos misterios, en Nuevos Ministerios.
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