La caja de las… ¿sorpresas?

 

Al trastero no bajamos muy a menudo. En ocasiones, mientras nos volvemos locos tratando de encontrar algo en concreto, nos chocamos con objetos especiales. Pequeñas reliquias del pasado.

Paso a continuación a relataros mis impresiones, causadas de inmediato mientras las abría y echaba un vistazo con todo el cariño.

Primero comenzaré, dentro de la música en inglés, con los que menos tiempo pasaron dentro de la pletina. Bueno, para ser más exactos, hubo dos que no llegaron ni tan siquiera a meterse dentro de ella.

El que sigue dentro de este paquete de grupos a los que no hice ningún caso fue Bell Book & Candle.

Creo recordar que se estuvo escuchando algún tema suyo durante una temporada en las principales cadenas de radio pop comercial para jóvenes. Tal vez la puse alguna ocasión, pero sin duda fue otra cinta que nunca llegué a escuchar de principio a fin.

Lo confieso. Su mítica Don´t you (forget about me) colocó al comienzo de mi adolescencia a Simple Minds a tal nivel que les idolatré desde entonces sin haber oído más que los temas más trillados. Aún así, reconozco que sería un disco que me apetecería escuchar alguna vez.

Ahora voy a continuar con el resto.

Saltó a la fama, mucho antes de aficionarme yo a cualquier música (incluso antes de yo nacer) como integrante de la mítica banda Genesis. Yo tan solo le seguí en solitario. Bajo mi modesta impresión, su pop a veces resultaba algo común, pero tampoco fui capaz de valorar únicamente su música desde un punto de vista objetivo. Tanto fue así que, en los discos que preparé junto a mi mujer para nuestra boda, como música de ambiente y regalo para invitados, incluimos la estupenda I wish it would rain down.

Me encantaba su cadencia, tanto en el pop que asemejaba al rock blando como en sus estupendas baladas. Además de cantar, su afición a la batería la continuó practicando décadas después de su comienzo en la banda. Para quien quiera darme la razón o rebatir lo que acabo de contar, recomiendo escuchar un temazo tremendo: In the air tonight.

The Cranberries salieron a la luz en nuestro país aproximadamente en el año noventa y tres. Al margen de los temas más conocidos, me atrajo desde el primer momento su estilo irlandés inconfundible, tanto en rock potente como en baladas lentas y sensibles.

Los recopilatorios por estilo o película suelen ser muy curiosos. Tan pronto escuchas un temazo que no esperabas oir como te toca tragarte una canción infumable de un grupo a quién directamente no soportas. Esa fue la sensación que siempre tuve de esta cinta de baladas de rock. A veces cara, a veces cruz.

Los árboles a menudo nos impiden ver el bosque. A veces la elegancia y el estilo con el que se mueven ciertos artistas nos generan clichés que impiden prestar el cuidado necesario para valorar su trabajo. Recomiendo escuchar con atención su estupenda mezcla de pop-soul-funk. Para quién le apetezca, confieso que mi preferida entre sus canciones fue The real thing.

Bueno… Las fiestas del instituto tenían lugar en una discoteca por la tarde. Un viernes de cada trimestre dejaron algún que otro poso difícil de digerir, en lo referente a lo musical me refiero. Con seguridad, en la actualidad no me interesaría algo así ni por asomo. Ni aunque me lo regalaran. Por supuesto no recuerdo cuanto me costó. El precio caro o barato de cada uno de nuestros discos comprados es muy relativo, en función no sólo de cuanto te costó, sino sobre todo de lo que disfrutaste escuchándolo.

En sus comienzos parecía que sólo se movían en un rock interesante, diferente al normal de aquella época. Pero este disco, que adquirí en mil novecientos noventa y siete, además de su rock habitual, tenía canciones diferentes, que te sonaban y encajaban hasta dejarte envuelto por una especie de susurro más que sugerente. Como anécdota, mi mujer ya había mostrado su interés por este disco, antes de conocernos.

Hubo pocas, muy pocas, canciones de este disco que no me engancharan de inmediato. Distintos sonidos, diferentes estilos pero siempre con una armonía, delicadeza y pasión que justificaban con creces su fama. Me hizo entender de inmediato el porqué de la leyenda que se habían creado hace ya dos décadas.

Sugiero seriamente escuchar el disco entero. El placer aparece de muchas formas y con distintas caras, pero este es diferente. Sólo hay que comenzar a oir y cerrar los ojos.

Apenas seguí la serie. Si no recuerdo mal, la emitía Telecinco (que nunca fue santo de mi devoción). Tratando de narrar la vida real dentro del día a día en el trabajo, su sentido del humor era tan corrosivo que en parte eso fue lo que me llevó a prestar mucha más atención a su música que a las tramas de la serie en sí. Como recuerdo final mencionar las inclasificables escenas que se veían cada capítulo en relación a los protagonistas y su efervescencia particular.

The Police me sonaban. Poco pero algo.

Pero de Paul Simon y Art Garfunkel ni tan siquiera conocía su nombre. Nos lo recomendó Delfos, nuestro profesor de Sociales en octavo de EGB. Tras uno de los clásicos anuncios de colecciones musicales a comienzos de un mes de septiembre, compré su disco en el kiosko. Nada más escucharlo me hechizó de manera total y absoluta. Era el comienzo de mi adolescencia. Además del deleite causado, me confirmó que también te podía apasionar la música de autor, de protesta, la que no seguía el patrón establecido.

The Police también me encantó desde la primera vez que la escuché.

Creo que fue una compra difícil de explicar. Entre que se oían sus canciones en la radio a diario y que yo las escuchaba todos los fines de semana, mientras frecuentaba los bares de copas (con cerveza o cubata en mano), un día decidí comprar esta cinta. No sé. De todas las que llevo comentadas, sin duda esta es la que representa con mayor precisión el tipo de música que más detesto en la actualidad. Tal vez se debiera a que, antes de cumplir los veinte, o te comportas y te gusta exactamente lo mismo que a la mayoría, o estás abocado al fracaso y a que te tilden de bicho raro. En fin…

¡Venga! Más integrantes de la radiofórmula. Si en la actualidad tuviera alguien cerca, o más bien viviera junto a alguien a quien le apasionara un género tan inclasificable como éste, necesitaría más que un milagro para contener mis brotes más corrosivos.

Al margen de esto, me vienen a la cabeza dos cosas relacionadas con los Take That. Una buena y otra mala. Comenzaré por la última. La peor etapa de mi vida se dio en un contexto donde, frente a mí ácida opinión musical se encontraba el entusiasmo casi fanático de una persona para quien este grupo le resultaba poco menos que determinante. Al menos me queda el consuelo de que, si no hubiese pasado por lo que pasé, no estaría ahora contando este infausto recuerdo. El lado bueno de ellos para mí es la figura de Robbie Williams. Siendo uno de los cinco integrantes en su inicio, en la práctica fue el único que tuvo un éxito tremendo a nivel mundial una vez comenzada su etapa en solitario. Justo el año que me pasó lo comentado en el lado malo de esta nota, me compré un estupendo ensayo llamado Historia trágica del Rock. Uno de los capítulos que más me flipó fue la durísima competencia que tuvo en el ámbito musical entre la segunda mitad de la década de los noventa y la primera de la pasada. Vivir acompañado en el tiempo, y maltratado psicológicamente, por los inclasificables hermanos Gallagher, del grupo Oasis, debió ser un hueso muy duro de roer.

Este mítico grupo comenzó a crear su leyenda a finales de la década de los setenta, creo que justo en el año que yo nací. Yo me aficioné a su música a comienzos de los noventa. Pero lo más curioso fue comprobar que, los tres discos más antiguos (Boy, October y War) a mi juicio no tienen mucho que ver con los que publicaron cuando yo empecé a seguirlos en los noventa (Achtung Baby, Zooropa y Pop). Para mí, los primeros fueron una auténtica maravilla, producto del ímpetu y la pasión con la que comienzan una aventura un grupo de imberbes con ganas de comerse el mundo.

En la segunda mitad de los ochenta comenzaron a practicar un pop-rock más común, que llegara a todas las masas. A comienzos del siglo retomaron sus raíces con un disco que me reenganchó ligeramente. Algunos temazos me encandilaron de manera inversamente proporcional al desinterés que comenzaron a provocarme las agobiantes aglomeraciones que se generaban en cada uno de sus conciertos. En este sentido, nunca olvidaré el esfuerzo que hizo mi mujer, un día de febrero de dos mil cinco, esperando horas y horas con el fin de adquirir entradas para el concierto que tenían previsto dar en Madrid durante ese año. Después de casi diez horas echando el día en la cola, colgaron el cartel de Sold out cuando ella se encontraba relativamente cerca de conseguir las ansiadas entradas. 

Podría recomendar muchísimas canciones suyas, pero me voy a quedar con una que tiene algo de particular. Walk on, de All that you can´t leave behind aparece en Youtube con un vídeo que no debería llamarse como tal, pero para mi gusto es un temazo estupendo.

Hasta aquí las cintas en inglés. Paso ahora a hacer lo mismo, pero con las de grupos españoles o que cantaban en nuestro idioma.

Pese a aquello en lo que se convirtieron después (producto de su éxito), a mi juicio el primer disco de La Oreja de Van Gogh portaba algo nuevo. Ritmos frescos acompañados de letras más que originales. Fue una pena que posteriormente se transformaran en su propia bis comercial.

Escuché a Tontxu por primera vez en la dichosa radiofórmula. Sus discos eran una mezcla de estilo cantautor-protesta y pop ligero, con talento de sobra en todo caso. Reconozco que, al margen de su buena música, para mí ha quedado de él un residuo amargo. No recuerdo bien cuando pero una noche, mientras cambiaba de canal sin prestar atención a nada, vi que había entrado a formar parte del maldito mundo de la telebasura, como protagonista integrante de uno de esos colectivos de famosetes que se nominaban (y puteaban) unos a otros en el asqueroso Gran Hermano Vip. O tal vez fuera otro programa, pero en todo caso era de ese tipo de telerrealidad. Ni que decir tiene que a él también se le escuchaba en plena conspiración contra dios sabe quién.

Bueno, en todo caso, me quedaré con las estupendas letras que llevaban sus canciones.

Estupendo disco de un grupo que, a mi entender, pasó más desapercibido de lo que la calidad de su música se habría merecido. Se trataba de una especie de pop-country proveniente de Galicia. Recomiendo escuchar uno de sus principales temas, Ferrol.

Otro caso de esos en los que los datos accesorios nos hacer prejuzgar la música en sí. Los vídeos de Ella baila sola no son ninguna maravilla, pero eso no es lo verdaderamente relevante dentro de la música. Letras más que interesantes sobre diferentes temas, acompañadas de ritmos limpios en todos los sentidos.

En Los Secretos se pueden apreciar unas preciosas letras ambientando una sempiterna melancolía. Canciones más que interesantes de un grupo comandado por dos hermanos.

A finales del siglo pasado, uno de ellos decidió abandonar definitivamente el más común de los sentidos debido a su enorme adicción a las drogas. Pese al colmo de la estupidez humana, recomiendo su música.

Pop-rock clásico de un grupo balear que, para mi gusto, pasó de puntillas durante la década de los noventa. Nunca más volví a escuchar otro disco de La Granja.

Este es el típico caso del pequeño oasis dentro del desierto, pero en sentido contrario.

Tan solo me quedo con una cosa de su disco. El título es excelente: El ser humano es raro. Los caminos del Señor son inescrutables…

Después de llamarse Los Rápidos y Los Burros, dos notables artistas dieron forma a un grupo magnífico a mitad de los ochenta. Creo que todos los discos de El Último de la Fila son admirables, pero reconozco que, además de este, sólo compré en CD (y por tanto sólo conozco bien) su excelente Astronomía razonable.

Lo confieso. De primeras, Héroes del Silencio me causaron una impresión más enigmática que de costumbre. Agradezco sinceramente a mi amigo Juanra, por prestarme todos sus discos. Posteriormente me compré los cuatro, por supuesto de uno en uno.

Como detalle confieso algo curioso. Según tengo entendido, los dos álbumes que más triunfaron en fama y taquilla fueron el segundo y el tercero, Senderos de traición El espíritu del vino. Casualmente, los que más me gustaron una vez adquiridos fueron los otros dos, el primero y el último.

También los conocí a través de la radiofórmula. Bueno… digamos que me interesaron bastante más de primeras. No les he seguido nada desde el comienzo de siglo.

A veces se lo reprocho. Unas sólo medio en broma y otras una pizca en serio. Que más hubiera querido yo que a mi querida esposa le hubiese interesado algo más la vida y milagros del grupo creado por Carlos Goñi hace casi treinta años. La vida y milagros en sentido metafórico, claro está.

Me atraparon desde el primer momento que los oí, no sólo en cuanto a la música, sino sobre todo gracias a las maravillosas historias que contaba antes de comenzar cada una de sus canciones. Miserias e ilusiones, pobreza y derroche, abandono y ayuda. Amor y desilusión. Toda clase de situaciones por las que cada uno de nosotros podemos pasar, si es que no lo hubiéramos pasado (o estuviéramos pasando) ya.

En los últimos años le he perdido ligeramente el rastro, pero cada vez que escucho su música me sigue tocando la fibra. Creo sinceramente que eso jamás cambiará.

Nunca olvidaré un concierto que vi en en año mil novecientos noventa y cuatro. Dentro de las fiestas de una parte de mi pueblo, Revolver actuó. Nunca olvidaré su manera de engarzar una historia contada por él con la siguiente canción que se disponía a cantar. Así una y otra vez. Así durante todo el evento. Supuso un auténtico placer para mí.

El pop de comienzos-mediados de los ochenta, pero llevado a un grado comercial puro. No sé. Reconozco que fui aficionado suyo. De primeras me causaron una cierta inclinación. Pero ahora cuando salen en la tele de pascuas a ramos (habitualmente en los malditos programas de fiesta de cada Nochevieja), me flagelo a mi mismo preguntándome cómo demonios consiguieron mantener mi atención e interés durante unos cuantos años.

He visto a Mikel Erentxun en cuatro ocasiones. Bueno, quien dice «he visto» también puede «querer decir» me he encontrado cerca de él. Es decir, me he visto cerca de él fuera de sus conciertos en dos ocasiones.

La primera fue en el verano de 2004. Estábamos de vacaciones en Viella (o Vielha, en aranés), paseando. Acabábamos de llegar al alojamiento y salimos a reconocer el terreno después de haber subido las maletas a la habitación. Íbamos andando por una calle no muy transitada cuando le vimos andando desde lejos, en dirección hacia nosotros. Hablaba por el móvil. Es probable que, de no haber sido el caso, le hubiéramos pedido que posara un momento para tirarnos una foto junto a él. Nos reímos los dos, desde la discreción necesaria, objeto de una extraña mezcla de nervios, ilusión y recopilación de historias que contar. Aquello no estaba muy próximo a San Sebastián ni creo que durante esos días diera muchos conciertos por semejante comarca. Tal vez compartíamos una de nuestras principales aficiones, como es el disfrute de los pueblos de montaña en verano.

La segunda vez me lo encontré yo solo. Sin saberlo, coincidimos en un vuelo a Lanzarote. Una de las veces que acudí al servicio le vi. Estaba en sentado en la primera fila, por la zona vip. Me pregunté en ese momento si iría allí por algo relacionado con la música o por cualquier otra cuestión.

La dos veces en las que he acudido a conciertos suyos, no es que me haya defraudado, pero tampoco ha colmado enteramente mis expectativas. Simplemente no me ha seducido su manera de captar el interés de los seguidores. Evidentemente, cuando alguien paga una entrada para ver un concierto, lo normal es que haya como mínimo un cierto apego. Pero a mi modo de ver, sería más que recomendable que, además del clásico repertorio de canciones, hubiera algún que otro comentario adicional, por accesorio que fuera.

Más de una vez he pensado que, para refinar el gusto, algún año debería publicar sus álbumes con algo diferente a sus constantes fotos o imágenes propias. Sin embargo, es justo agradecerle algún que otro pro, sobre todo en la decoración de mi casa.

Como anécdota final, os comento algo de lo más curioso. Mi mujer y yo tenemos todos sus CDs. Conocemos al dedillo todos y cada uno de ellos, con una única excepción. Uno reciente que no hemos oído. Ni tan siquiera una vez. Su nombre es Corazones. 

P.D.1: Mi ignorancia tecnológica desconoce si, a día de hoy, sigue habiendo reproductores de casetes a la antigua usanza. Me encantaría volver a escuchar más de uno de los discos sobre los que acabo de escribir.

P.D.2: Sí. Puedo asegurar que oigo Spotify prácticamente todos los días.

P.D.3: ¿Seré capaz de publicar algún día un artículo semejante a éste, pero en relación a las cintas grabadas que tengo?

P.D.4: Mi amiga Olga me pidió que le hiciera un favor hace más de veinte años. Echar una mano a alguien a quien tienes tanto cariño con una asignatura que te apasiona no sólo no cuesta nada sino que además te supone un auténtico placer. Una vez cumplida la misión me obsequió por sorpresa con un regalo que nunca olvidaré. Piedras, de Duncan Dhu.

P.D.5: Acróbata. Nova. Concierto. Abisal. Naif.