Frecuentemente llamamos a nuestros días de múltiples maneras: día importante, día aburrido, día inolvidable o día cualquiera por poner varios ejemplos. Además de éstos y otros muchos significados que a buen seguro me habré dejado en el tintero, he pensado que merecería la pena dedicar este blog a un día muy especial del año. No es otro que el día D.
Después de leer esto, más de uno estaréis extrañados por utilizar este particular calificativo de extraordinaria importancia en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial. Pero no os preocupéis. Quedaos tranquilos. No tengo previsto tratar uno de los momentos históricos más peligrosos y arriesgados que tuvieron lugar en el mayor conflicto mundial sucedido hasta hoy, durante el desembarco de Normandía. Además, estoy convencido de que seguramente habréis oído a más de una persona utilizar esta expresión en relación a lo que os explicaré en breve.
Aunque, bien pensado, quizá debiéramos considerar que objetivamente cada año tienen lugar dos días D. Probablemente hasta ahora no hayáis hecho más que pensar que os estoy metiendo en un embrollo monumental pero de inmediato comprenderéis el porqué de todo esto.
El primer día D no es otro que el momento de comienzo de las vacaciones más largas que solemos disfrutar cada año, normalmente en los meses de verano. Y el segundo día D, por desgracia, también tiene bastante que ver con ellas, a pesar de tratarse del día más nefasto del año para casi todos nosotros.
Comenzando por lo bueno, se me ocurre plantearos varias cuestiones. Al comienzo, ¿qué sentís al salir del trabajo un día como tal? ¿Cómo soléis acostaros y dormir la noche previa? ¿Puede que no os cueste levantaros esa mañana nada más escuchar a vuestro querido despertador? ¿Sois plenamente capaces de desconectar del ámbito laboral desde el principio o sin embargo os cuesta mucho desenchufar los plomos de vuestro día a día? Bajo vuestro criterio, ¿qué parte sería en realidad lo mejor del primer día d, el último rato que pasamos trabajando o el primero que ya estamos de vacaciones?
Dicho todo esto, lamento de veras el tener que saltar las fechas de golpe pero me siento en la obligación moral de formularos las preguntas más puñeteras en relación a este tema. ¿A partir de qué día comenzáis generalmente a pensar con frecuencia en vuestra vuelta? ¿Desde la primera jornada, a mediados o en la recta final? ¿Os cambia el humor durante los últimos coletazos de vuestro periodo de descanso estival? ¿O tal vez aprovechéis las últimas horas para llevar a cabo las tareas más complejas del hogar, con el fin de evadiros de una de las tristezas más comunes?
Venga hombre, que no es para tanto. Si apenas quedan once meses hasta nuestro próximo día D.
P.D.: Eh, tú. Si, tú. Si de verdad no has recordado mientras leías lo anterior más que buenos momentos, negando que en tu profesión y en tu empresa padezcáis por decreto el habitual estrés postvacacional, por favor dime dónde puedo mandar mí currículum. Si fuera necesario, ¡hasta lo maquillaría un poquito!
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